El camino que une al Morse con los emojis de Whatsapp como sistemas de comunicación está repleto de investigación, ingenio y tecnología. También de éxitos y fracasos, de nombres propios y anónimos. Y de ideas que fueron revolucionarias y perduran frente a otras que cayeron en el olvido a los pocos años.
La Fundación Telefónica ofrece en su sede de Madrid la posibilidad de acercarnos a más de siglo y medio de evolución y revolución en las relaciones humanas gracias a la comunicación a distancia.
La exposición Historia de las Telecomunicaciones. Colección Histórico-Tecnológica de Telefónica está disponible en la segunda planta de la emblemática sede de la compañía en la céntrica Gran Vía madrileña, considerado el primer rascacielos de Europa en su día. La entrada es gratuita y se efectúa por el lateral de la calle Fuencarral. Requiere de reserva previa a través de su web para controlar el aforo. Algo que, gracias a la tecnología, es posible resolver con sólo echarte la mano al bolsillo.
En la segunda de las cuatro plantas, el visitante tiene la posibilidad de efectuar un paseo por el tiempo. La muestra se articula mediante siete bloques y una selección de 50 piezas históricas que abarcan desde un primitivo telégrafo de finales del siglo XIX a los móviles de última generación. Y, por descontado, cada pieza detalla en qué modo contribuyó a estrechar los lazos entre territorios; su impacto social y cultural.
Gracias a una cuidada presentación, con paneles explicativos y audiovisuales de apoyo, la exposición resulta accesible para todas las edades. Es un plan perfecto para ocupar tiempo antes de entrar a alguno de los musicales de la Gran Vía o para acudir con escolares. La Fundación Telefónica ofrece en su página web abundante material para uso didáctico que incluye también juegos para efectuar antes o después de la visita tanto en clase como en familia.
Estos sistemas reunidos en este emblemático espacio del centro de la capital de España tienen algo en común. La muestra, mucho más que un lugar para evocar nostalgia, supone una muestra clara de cómo el ser humano es capaz de superarse para comunicar cada vez mejor y más rápido. Y todo lo que tenga que ver con la comunicación es algo que nos encanta en Ágatar.
El recorrido comienza con un receptor telegráfico portátil de código Morse de 1874 y un curioso teléfono mural de 1880 que sirvió para realizar la primera comunicación rural por línea privada del mundo. Tenía 8 kilómetros entre Fregenal de la Sierra (Badajoz) y “Las mimbres”, la casa de campo de la familia de Rodrigo Sánchez-Arjona.
Antiguas centralitas como las de Las chicas del cable, otras automatizadas y servidores informáticos con ingeniería española se exhiben junto con trozos del primer tendido de cable submarino o teléfonos móviles de los años 90.
No faltan tampoco piezas icónicas como el teléfono de baquelita de los años 50, el Heraldo de los 70 o el Teide de los 80 en el que los botones jubilaron a la rueda para marcar junto con piezas de principios del siglo XX que, además de comunicar, reflejaban el estatus social y el lujo con el uso de materiales nobles en la construcción de los aparatos.
Como no, la telefonía móvil cuenta con piezas como teléfonos Ericcson y Motorola de los años 90 (de los que se llevaban en el coche) junto con modelos de gran consumo y el iPhone de Apple, la obra maestra de Steve Jobs que supuso una revolución en el concepto y la forma de comunicarnos.
Mucho más que teléfonos
El edificio de la Fundación Telefónica acoge otras muestras y exposiciones temporales en sus plantas tercera y cuarta, igualmente con acceso gratuito y con la posibilidad de visitas comentadas en varios momentos del día.
Durante este mes de septiembre, en la tercera planta se encuentra la exposición Color. El conocimiento de lo invisible. Un recorrido por artistas, creadores, investigadores y tecnólogos del pasado y del presente para explorar diferentes puntos de vista sobre la materia.
En 1665, Newton descubrió que la luz del sol al pasar a través de un prisma, se dividía en varios colores. Es el punto de partida que lleva al visitante a efectuar un recorrido por la simbología, usos comerciales y narrativos o la última tecnología apoyada en la inteligencia artificial capaz de colorear antiguas películas en blanco y negro.
La cuarta planta acoge la muestra Joanie Lemercier. Paisajes de luz. En su primera gran exposición individual, Joanie Lemercier lleva al espectador a obras marcadas por líneas abstractas y conceptuales donde el uso de la videocreación y la luz juegan un papel determinante.
También la protección del medio ambiente y la sostenibilidad, algo con lo que los Agatares nos identificamos plenamente, a través de instalaciones audiovisuales que persiguen concienciar sobre la limitación de recursos del planeta y los perjuicios de su explotación comercial desmedida. Destaca el triste ejemplo del bosque de Hambach, en Alemania, una de las mayores minas de lignito a cielo abierto del mundo cuya explotación arrasa con una masa boscosa de una antigüedad estimada en más de 12.000 años y que pronto pasará a ser historia.
Igualmente, la muestra permite ser interpretada desde el punto de vista de los adultos pero, también, para contribuir a despertar la curiosidad, la percepción artística y la conciencia ecológica de los más pequeños de la casa.
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