La desconfianza se ha convertido en algo tan común en Internet que ya ninguna de las grandes compañías en la Red puede ignorarlo. El auge de las conocidas como ‘fake news’ y los montajes cada vez más elaborados que circulan por las aplicaciones de mensajería y las redes sociales han provocado una necesidad cada vez mayor de estar seguros de si la información que estamos viendo y que pensamos compartir es correcta o no. Y aquí es donde entra el fact checking, las comprobaciones de veracidad realizadas por actores independientes.
Dentro de esta lucha, uno de los elementos más difíciles de detectar y contrarrestar son sin duda las imágenes. Por eso Google ha dado un paso más y ha añadido funcionalidad de fact checking a las búsquedas de imágenes. ¿Qué significa esto? Que junto a los resultados va a aparecer información contrastada que informe de si las fotos reflejan la realidad o, por el contrario, están manipuladas.
De este modo, Google continúa desarrollando una tendencia que ya había puesto en marcha anteriormente en las búsquedas estándar. Según los datos que facilitó el propio buscador, durante el año 2019 este tipo de advertencias de contenido aparecieron en unos 11 millones de peticiones cada día. Comparado con el nivel de actividad que tiene Google, de unos tres mil millones de consultas cada jornada, de momento este servicio no parece estar muy extendido. Pero está claro que su importancia aumenta día tras día.
Una tendencia global
Este tipo de desmentidos también aterrizaron recientemente en Twitter dónde ya han despertado polémica después de que hayan advertido de contenidos manipulados en la cuenta del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. La crisis del coronavirus también ha servido para que los grandes se planteen la necesidad de ofrecer canales de información de calidad, bien contrastada, frente a la tendencia generalizada de compartir contenidos de dudoso origen e intención a través de mensajería. Facebook ha sido quizá una de las que ha apostado con más fuerza por este tipo de canales. Pero el problema parece estar cada vez más en otro de los servicios de la empresa, la popular Whatsapp.
Precisamente, el prestigioso periódico británico The Guardian le acaba de dedicar uno de sus afamados reportajes en profundidad a los peligros que entraña Whatsapp, y que se concretan en la facilidad para difundir bulos en un canal que ya no es público y que por lo tanto es mucho más difícil de controlar y de contrastar.
De momento, la red social ha reaccionado limitando el número de personas a las que puede llegar un contenido reenviado. Pero todo esto marca un cambio de tendencia en la red: frente a los canales de masas, que han estado sobre todo representados en las redes sociales, Internet está volviendo a la época de los grupos privados. Un paradigma en el que la confianza va a ser una de las grandes claves.
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